Llegó al Festival Internacional de Benicàssim (FIB) cinco minutos antes de la hora prevista para su directo. El autobús de lujo donde viajaba le condujo hasta casi la rampa del escenario en el que iba a tocar, quizá para evitar que las cámaras le capturaran cuando se apeara. Como acostumbra, no permitió fotografías durante la actuación. Alrededor de las 22.00 horas del viernes, Bob Dylan, 71 años, una leyenda viva, con un sombrero de estilo cordobés y una chaqueta oscura similares a los que luce en las escasas instantáneas que ha permitido que le hicieran en los últimos años, emprendió un viaje quieto y sonoro por los contornos de un rock americano de apariencia apacible, sencilla, pero cosido de lamentos y silencios.
Con voz dolorida, este hombre del que se rumorea que ha cobrado el caché festivalero más alto de la temporada, expulsó frases arrugadas y concisas, llenando de belleza e intensidad las estrofas con apenas un puñado de palabras.
Ante él se alzaban algo menos de 38.000 fibers, un aforo sensiblemente inferior al de ediciones pasadas. La mayoría de ellos, veinteañeros británicos amantes por igual de la música, la playa y la fiesta. La minoría, y agrupados en el lateral derecho del escenario, españoles maduros y conocedores en profundidad de la obra del cantautor.
Al término del concierto, unos y otros aplaudieron a aquel artista serio que les miraba de soslayo. Los segundos, con ganas. Los primeros, con contención, como cuando uno acude por primera vez a la ópera y sabe que está ante algo grande aunque no llegue a comprenderlo del todo. Cuando estos escaparon para bailar el espectáculo de Katy B, gobernanta de los charts del Reino Unido, quien apareció acompañada de un Dj que pinchó grandes éxitos de otros artistas, se diría que se meneaban, al fin, aliviados.
La magnitud de Dylan desdibujó algunos de los conciertos de la velada. Como los de Timber Timbre o Miles Kane. O los posteriores The Maccabees o Bombay Bicycle Club, cuyo pop vigoroso hubiera merecido más espacio en otra crónica.
Solo Django Django, confinados en uno de los escenarios más pequeños de la muestra –el Fib Club-, no parecieron acusar la presencia del de Minnesota pese a que la primera parte de su concierto coincidió con el de este. "¿Qué tal Dylan?", preguntaron durante una pausa de su coctel explosivo de blues, rock y psicodelia. "Puuufff", exclamaron algunos rebotados dylanianos, mientras se dejaban llevar por los ritmos brillantes y endiablados de los escoceses.
20minutos.es
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